Ya lo dijo Akira Toriyama en su Taller de Manga: lo que hace interesantes a los personajes son sus defectos. Álvaro Ortiz y Clara Soriano toman buena nota y ofrecen sendos tebeos infantiles con heroínas tan osadas como imperfectas

Clara Soriano (Cartagena, 1982) y Álvaro Ortiz (Zaragoza, 1983) acaban de sacar sendos cómics destinados a público infantil: Malababa y las bayas azules (Mamut) y La pequeña genia y el monstruo del valle (Astiberri). Aunque sus trayectorias pueden parecer alejadas, ambos vienen del cómic adulto (en el caso del zaragozano, con el gran hito de Cenizas, ahora doblemente nominado a los premios Eisner por su edición estadounidense) y ambos han llegado al tebeo para niños y niñas tras muchos años compaginando las viñetas con la ilustración para libros infantiles. Por generación, también tienen en común haber recibido la influencia de Akira Toriyama, algo que se deja notar en sus últimos trabajos.

En su Taller de Manga, mítico manual nunca vuelto a reeditar en España, Toriyama explica de forma muy sencilla cómo crear personajes interesantes. Lo básico es que tienen que tener carisma, con una personalidad muy definida y un aspecto reconocible. El mejor ejemplo es la propia Arale, un robot fortísimo, pero miope y dependiente de biberones de combustible, que además está como unas maracas. Sin defectos y puntos débiles no hay carisma, porque la perfección es aburridísima. 

Ortiz y Soriano se saben la lección al dedillo y la aplican a sus respectivas heroínas, la insegura Ayu y la taciturna Malababa. En el caso de Ortiz, la deuda a Toriyama queda saldada con unas cuantas viñetas que homenajean al maestro; en el de Soriano, es inevitable imaginar que su brujita Malababa bien podría ser una versión rejuvenecida de la amojamada vidente Baba de Dragon Ball. Las dos bien podrían habitar el pueblo de los monstruos que creó Toriyama para su fantástica Cowa!

Hechas las asociaciones, vamos a los tebeos. 

La pequeña genia y el monstruo del valle añade una nueva aventura a la serie que se inició con La pequeña genia y la partida de shatranj (2022). Pero no es solo una entrega más. Aunque se pueden leer por separado sin mucho problema, esta segunda historia amplía el mundo de fantasía que nos presentó en su origen, ahora expandiéndolo geográficamente al “Oriente más oriente”, y sobre todo, pone a la genia Ayu frente a nuevos retos que la hacen crecer, no literalmente, sino como personaje. Sigue siendo una novata en cuanto a artes mágicas, pero su verdadero poder reside en la escucha y la empatía.

La revelación de Ayu como Ayumi, ahora heredera de una importante misión en un valle lleno de yôkais, viene acompañada de unos diálogos aún más sueltos y un humor más afilado, además de un despliegue gráfico embriagador. Lo que podría parecer un salto al vacío (dejar atrás a un elenco de secundarios con mucha química), se demuestra acierto al presentar a nuevos compañeros aún más variopintos. En estos tiempos en los que hay gruñones que se quejan de que las obras para público infantil tienen “demasiado mensaje” (qué capacidad la suya para ver líneas rojas en según qué temas y no en otros…), Ortiz convierte la narración en el mensaje, con una enseñanza valiosa para cualquier tiempo y lugar: “¡Todo se puede solucionar hablando!”. 

Por su parte, en Malababa y las bayas azules, Clara Soriano presenta a una brujita vaga y cascarrabias, amante de los sándwiches y mal avenida con los cuervos; lo suficientemente apegada al mundo para preguntarse qué son las extrañas bayas que han crecido en su jardín, pero también lo bastante indolente como para dejarlas estar… Una mala decisión, porque, tentados por su buen aspecto, sus vecinos se las van a zampar. Así van a descubrir por las malas que en realidad son frutos mágicos que convierten en monstruo a quien los ingiere. Así las cosas, Malababa y su fiel guisante mágico, junto con uno de los damnificados, transformado en caniche, emprenden un viaje en busca del antídoto que revierta la maldición. 

Malababa y las bayas azules adopta la forma de road movie (de nuevo, ecos de Toriyama) y mete a los protagonistas en divertidos líos, eso sí, sin meterse en mayores jardines argumentales ni narrativos. El resultado es una lectura que aúna sencillez y simpatía, que crea unos personajes muy reconocibles, tiene una resolución ocurrente y deja para el futuro a una protagonista que bien merece vivir nuevas aventuras. A buen seguro lo demandarán los intrépidos lectores y lectoras de 6 a 9 años a los que va dirigido este cómic.

En definitiva, dos tebeos infantiles que cumplen con las enseñanzas de Toriyama, y con alguna más. Porque lo que el creador de Dr. Slump no explicita en su manual (a fin de cuentas, pensado precisamente para chavales), pero es norma básica, es que al otro lado hay un público dispuesto a dejarse llevar, pero siempre que lo traten de tú a tú y con inteligencia. En la presentación de La pequeña genia y el monstruo del valle en Zaragoza, donde los niños y niñas no dejaron pasar ni un detalle del libro, quedó muy claro que ese tópico de que son los lectores más exigentes es del todo cierto. 

 

La pequeña genia y el monstruo del valle, de Álvaro Ortiz

Astiberri. Rústica, color. 184 págs., 18 €

 

Malababa y las bayas azules, de Clara Soriano

Bang. Rústica, color. 64 págs., 12 €